domingo, agosto 27, 2006

¡O Liberalismo ó Catolicismo! - San Ezequiel Moreno



 

Con este sencillo trabajo deseo dar a conocer, en el marco del Centenario de su muerte, el contexto y contenido doctrinal de una de las principales obras de san Ezequiel Moreno contra el liberalismo de su época: "¡O Liberalismo ó Catolicismo!.

1. SITUACIÓN HISTÓRICA

1.1 Fecha, lugar y destinatarios
Ø 29 de octubre de 1897
Ø Pasto, Colombia
Ø “A mis amados diocesanos” à Clero y fieles de la Diócesis de Pasto

1.2 Contexto próximo

A principios de 1897 el educador, político y publicista Carlos Martínez Silva publicó un artículo sobre la conciliación entre conservadores y liberales, titulado “Un puente sobre el abismo”, en el periódico Repertorio Colombiano de Bogotá. En él exponía el argumento de que los liberales tenían derecho de participar en el gobierno, el cual era de hegemonía conservadora, pues sólo de esa manera se podía garantizar la convivencia pacífica, tras varios años de violencia revolucionaria encarnada en la Guerra de los Mil Días[1].

La carta dirigida por el sacerdote antioqueño Baltasar Vélez al autor del artículo, en la cual hacía eco y aplaudía los postulados allí expuestos, fue divulgada por los liberales por todo el país, incluida la diócesis de Pasto; esto obligó al obispo Moreno a tomar cartas en el asunto, toda vez que esta doctrina se oponía abiertamente a sus convicciones religiosas y políticas, que en gran medida eran las de todo el clero de la época en España y Latinoamérica. No olvidemos que Ezequiel era un típico representante del ultramontanismo católico del siglo XIX. Fue educado en los claustros agustinianos, donde se simpatizaba abiertamente con el carlismo. Se nutrió con las grandes encíclicas de Pío IX (especialmente la que contenía el Syllabus) y León XIII, las cuales todavía respiraban los aires del régimen de cristiandad. Ello, unido al anticlericalismo del liberalismo colombo-ecuatoriano y a su temple polemista, lo llevaron a escribir este opúsculo[2].

2. CONTENIDO DOCTRINAL
Esta pequeña obra está organizada de tal manera que responde sistemáticamente, punto por punto, al estilo de Ezequiel, a cada uno de los “errores” que contiene la exposición del sacerdote Baltasar Vélez. Contiene una introducción, 14 capitulitos y una conclusión. A lo largo y ancho de esta argumentación, el señor Moreno trata fundamentalmente los siguientes temas:

2.1 Unidad de la Iglesia
Al tocar este tema propiamente eclesiológico, Ezequiel recurre a la doctrina paulina del cuerpo místico de Cristo, según la cual todos los miembros forman un solo cuerpo dentro de la Iglesia únicamente en la medida en que están unidos a su Cabeza, que es Cristo. Por lo tanto, los herejes, que están separados de la Cabeza, deben ser separados del cuerpo, o sea, expulsados de la Iglesia. Esto lo afirma para refutar al autor de la carta, quien sostiene que “desde el día en que recibió la ordenación sacerdotal prometió… no ver en los hombres, ni conservadores, ni liberales, ni católicos, ni herejes, sino una sola cosa en Cristo”[3]. Este tema lo trata en el capítulo I, recurriendo a las siguientes fuentes:

Ø Biblia: Jn 15,4; 1Jn 3,8.10
Ø San Jerónimo: “Diálogo contra los luciferianos”
Ø San Agustín: “Sermón 1, c.6 de Simb. Ad Catechum.”
Ø Nicea I, c. VIII
Ø Constantinopla I, c. VI

2.2 Relaciones Iglesia-Estado

Este tema (abordado en el capítulo 4) toca la eclesiología, la teología política y la moral social. Afirma Ezequiel que el liberalismo político es el liberalismo llevado a la práctica, y consiste en la emancipación del individuo, la familia y el Estado con respecto a Dios. Define algunos tipos de liberalismo:

Ø Liberalismo radical: rechaza la influencia de Dios sobre el hombre y la sociedad
Ø Liberalismo naturalista: acepta lo natural, pero no lo sobrenatural (deísta)
Ø Liberalismo moderado: es una privatización de la fe que incluye separación de poderes

Utiliza las siguientes fuentes:

Ø León XIII: Encíclica Libertas de 1888
Ø Donoso Cortés: publicista
Ø Manifiesto de la Convención de Delegados del Partido Liberal, Bogotá, 20 de agosto de 1897

2.3 Liberalismo
En el marco de la teología política, la teología moral y la antropología teológica, aborda el tema central de su opúsculo, disgregado en diferentes capítulos, lo cual lo lleva a distinguir entre distintos tipos de liberalismo, como sigue:

Ø Liberalismo político: es la ideología liberal llevada a la práctica, y está condenado por la Iglesia porque se funda en “los derechos del hombre de 1889” (Revolución Francesa), que significan una emancipación del hombre con respecto a Dios (capítulo III). Lo distingue del republicanismo y afirma que la Iglesia acepta todas las formas de gobierno y no se casa con ninguna, mientras respeten los derechos de la Iglesia; pero el liberalismo político no es simplemente una forma de gobierno, no es republicanismo, y por eso lo puede rechazar (capítulo II). Se basa en las enseñanzas de León XIII (Inmortale Dei y Libertas), Pío IX (Syllabus) y Pío VI, quien condenó la declaración de los derechos del hombre.

Ø Liberalismo católico: lo define como una mezcla inadmisible entre principios católicos y doctrina liberal, que es condenada por la Iglesia. Acude a los Breves de León XIII y Pío IX, así como al dogma de la infalibilidad pontificia del Vaticano I (capítulo V).

Ø Liberalismo práctico: incluye a todos aquellos sólo son liberales en sus obras y no en sus ideas; “aquellos que no admiten error alguno del liberalismo, pero que se conducen, sin embargo, en la vida civil y política como si fueran tales liberales”[4] (capítulo VII). En el capítulo VIII hace una lista de liberales prácticos en la que incluye: los que votan por candidatos liberales, los que patrocinan tales partidos, los que asisten a fiestas liberales, los que se suscriben a periódicos liberales, y muchos otros. Cita como estandartes del liberalismo a Voltaire, Diderot y Renán; y también un periódico que difunde esas doctrinas: Mefistófeles. Tampoco se salvan las mujeres, sobretodo las que se adornan con cintas rojas, decoran sus casas con trapos rojos o reciben en su casa a las tropas liberales (capítulo IX).

Adicionalmente, en el marco de la teología pastoral, invita a luchar contra toda forma de liberalismo, pero no en el plano de las armas, sino de las ideas y las costumbres, aunque si las circunstancias lo exigen, aun el terreno de armas es lícito si es el que impone el enemigo. “No se trata de que cada católico coja su fusil, ni excito a nadie que lo coja, porque los enemigos no se presentan aún con fusiles; si se presentaran con ellos, entonces harían bien los católicos en coger también fusiles, y salirles al encuentro; porque si un pueblo puede guerrear por ciertas causas justas, mucho mejor puede hacerlo para defender su fe, que proporciona medios, no sólo para ser felices en cuanto cabe serlo en la tierra, sino también para conseguir la verdadera y eterna felicidad para que fue criado el hombre”[5] (capítulo XIV).

2.4 Participación del clero en política
También en el marco de la teología política aborda el obispo Moreno el tema de la participación del clero en política. Sostiene que son los liberales quienes han llevado el problema al terreno de la política, y que la Iglesia tiene el deber de dar la batalla en el terreno que le toque según las circunstancias. El clero tiene el deber no sólo de orar en los templos, sino también de trabajar fuera con todos los medios a su alcance para evitar que el partido liberal llegue al poder e imponga leyes que independicen a los pueblos de Dios y los lleven a la ruina. Para apoyar su argumentación acude a la encíclica Sapientice Christiane, donde León XIII afirma que “debe favorecerse (con el voto) a los varones de probidad manifiesta y beneméritos del nombre cristiano, y ninguna causa puede haber para que sea lícito anteponer a los que están animados en contra de la Religión”[6] (capítulo XIII).

Finalmente, insta el señor Moreno al clero a permanecer fiel a la doctrina de Jesucristo y mantenerse en su posición intransigente frente al liberalismo; no es posible la conciliación sin que ésta implique capitulación de los principios del evangelio. San Ezequiel se apoya para esta conclusión en el mismo evangelio, así como en Pío IX (Syllabus).

3. APARATO CRÍTICO EN RELACIÓN CON OTROS ESCRITOS
El documento que nos ocupa es, quizá, uno de los más orgánicos de cuantos escribió san Ezequiel en relación con el liberalismo. Tiene mucho que ver con la mayoría de sus escritos porque en todos ellos tocó de alguna manera el tema. Sin embargo, teniendo en cuenta que generalmente se ocupó del tema en respuesta a situaciones coyunturales, podemos clasificar tales escritos según la oportunidad. Es así como ya en su primera carta pastoral en Pasto a mediados de 1896 alertaba a sus diocesanos sobre las “doctrinas que deifican la razón humana, haciéndola regla suprema del bien, del mal y de todo, rechazando la religión revelada; que niegan los derechos de Dios y proclaman los del hombre”[7].

También escribió cuando supo de la expulsión de obispo Schumacher y los religiosos capuchinos de la República del Ecuador, aprovechando la segunda carta pastoral, en la que lamentaba la circulación por su diócesis de varios periódicos del vecino país que pregonaban el liberalismo y atacaban a la religión. Volvió a tomar la pluma para condenar las doctrinas liberales cada vez que algún medio impreso difundía esos errores en su jurisdicción. Así lo hizo en agosto de 1896 para condenar la Voz Evangélica; en julio de 1899, el Eco Liberal; y en septiembre de 2004, Mefistófeles.

De igual forma, abordó el tema con motivo de los sacrilegios cometidos contra el sacramento de la Eucaristía en Riobamba (Ecuador) en junio de 1897 y Tumaco en julio de 1903. A propósito de éste último sostuvo contundentemente que “conocidos son los frutos amargos que produce el árbol maldito del liberalismo, dondequiera que se planta; y como aquí, en esta población, el liberalismo ha dominado y ha sido dueño absoluto en varias épocas durante la guerra, ha dejado sus frutos en abundancia. El dominio del liberalismo en esta población, como en todas las de esta desgraciada costa, ha sido el dominio de la impiedad, del crimen y del desorden. La desvergüenza no ha conocido límites; el vicio no ha respetado clases ni condiciones; la propiedad ha sido desconocida, y hollados todos los derechos; la libertad no fue más que un nombre sinónimo de corrupción, y el amor patrio un insulto lanzado a la sociedad”[8].

Bastante conocido fue el caso del colegio de Tulcán (Ecuador), donde ejercía como rector el señor Rosendo Mora, simpatizante de los principios liberales, al cual asistían muchos niños pastusos. Ezequiel se vio enfrascado en una controversia con el obispo de Ibarra, diócesis a la que pertenecía el colegio, por supuestamente invadir su jurisdicción al prohibir a los padres de familia matricular a sus hijos en aquel plantel. Pero lo que realmente interesaba al obispo de Pasto era proteger la sana doctrina de sus súbditos. Aprovechó la ocasión para mostrar las consecuencias prácticas de las doctrinas liberales para la fe de sus fieles.

La Guerra de los Mil Días fue otra ocasión propicia para afrontar el tema. Ezequiel, como quedó dicho antes, no incita a la guerra, sino a la defensa de los principios cristianos y los derechos de la Iglesia, pero no rechaza la posibilidad de acudir a las armas como medio legítimo para obtener esos fines. De hecho, en su undécima carta pastoral, de 1900, anima a los soldados gobiernistas a no desfallecer ante la furia de los ataques revolucionarios, para defender la república de los vicios del liberalismo.

Por último, no podemos dejar de mencionar el incidente con el obispo Casas. Hay que decir que constituyó un evento doloroso para ambos obispos, pues no solamente eran hermanos de hábito y hermanos en el episcopado, sino que además eran coterráneos y el señor Casas había reemplazado al obispo Moreno al frente de la Provincia de la Candelaria y luego al frente del Vicariato Apostólico de Casanare. La discrepancia surgió a raíz de la publicación de un libro titulado Enseñanzas de la Iglesia sobre el liberalismo, en el que el obispo Casas daba instrucciones prácticas a los sacerdotes sobre el modo de proceder con los liberales en el púlpito y el confesionario. Ezequiel advierte una especie de laxismo y concesiones prácticas hechas a los liberales, que amenazan con echar por tierra todo lo que ha edificado contra ese error moderno en su territorio. De inmediato dirige a todos sus fieles unas Instrucciones sobre el mismo tema en las que alaba la exposición del obispo Casas en la parte teórica, pero lamenta los errores en los que considera que incurre al abordar la cuestión práctica.

En esta controversia descubrimos a dos hombres buenos, fieles al Magisterio de la Iglesia ambos, contemporáneos y paisanos, que han pisado los mismos claustros y recibido similar formación, que han compartido una época y un ministerio, que pisan el mismo suelo colombiano, la misma realidad sociopolítica, que se encuentran frente al mismo liberalismo; pero que, a la vez, tienen una postura diversa frente a un mismo tema. Eso nos demuestra una vez más que el ser humano nunca está totalmente determinado por su ambiente y que la verdad es más un camino que una meta; un camino que hay que hacer de la mano de la caridad. Es cierto que ambos obispos tenían mucho en común, pero la experiencia pastoral y el acervo cultural le enseñó a cada uno aspectos muy específicos y propios de la misma realidad.

Para concluir, no podemos pasar por encima de un hecho que marcó de manera decisiva la postura del obispo Moreno frente al liberalismo: las lecturas que nutrían su pensamiento. Durante el tiempo que ejerció el episcopado en Colombia solicitó de España la literatura con la que simpatizaba para tratar de mantenerse al tanto de las tendencias europeas, pero no se cuidó de procurar distintos puntos de vista, sino que todas ellas representaban la misma corriente conservadurista. Martínez cuesta nos da noticias sobre los autores que leía[9]: El Siglo Futuro, órgano del integrismo de Ramón Nocedal; Félix Sardá y Salvany (1844-1926), autor de “El liberalismo es pecado”, célebre frase que el obispo de pasto hizo colocar en el salón de sus funerales; Pedro Casas y Couto, censor de la política canovista; varios polemistas y el cardenal Luis E. Pie (1815-1880), obispo de Poitiers y líder de los intransigentes franceses.

Esto, más la lectura asidua y reverente de las encíclicas de Pío IX y León XIII, no podía dar otro resultado que una visión unilateral de las cosas, suavizada, eso sí, por su celo pastoral y caridad cristiana, pero incapaz de superar la visión integrista de sus maestros. Recordemos que el integrismo era un partido político español fundado a finales del siglo XIX por Ramón Nocedal, y basado en la recusación de las libertades que forman la esencia del liberalismo. Sus elementos principales procedían del carlismo y estaban decididos, según palabras del propio Nocedal, a “restaurar el imperio absoluto de nuestra fe íntegra y pura, y a pelear con los partidos liberales, a quienes no yo, sino León XIII llama imitadores de Lucifer, hasta derribar y hacer astillas el árbol maldito”[10]. Esto no le permitió aceptar nunca a la mayoría de los eclesiásticos de la época que “la sociedad había dejado de ser íntegramente cristiana y, por más anatemas que se lanzaran contra el liberalismo, los estados no iban a dejar de aplicar sus principios. Con condenas la Iglesia no conseguiría más que autoaislarse y comprometer su misión en el mundo”[11].
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[1] Cf. MARTÍNEZ CUESTA, Ángel. Beato Ezequiel Moreno. El camino del deber. STMD, Roma, 1975. 491.
[2] Cf. MARTÍNEZ CUESTA, Ángel. Epistolario del Beato Ezequiel Moreno. Tomo I. IHAR, Roma 1982. 13.
[3] Cf. MINGUELLA, Toribio. Cartas pastorales, circulares y otros escritos de Fr. Ezequiel Moreno. IHGF, Madrid, 1908. 115.
[4] Ibid. 27.
[5] Ibid. 145.
[6] Ibid. 143.
[7] Ibid. 62.
[8] Ibid. 443.
[9] MARTINEZ CUESTA, Ángel. San Ezequiel ante la cultura de su tiempo. En: “El santo de Alfaro. Simposio sobre san Ezequiel Moreno”. Alfaro, 29 de septiembre – 1 de octubre de 1994. Roma, 1994. 107.
[10] ENCICLOPEDIA UNIVERSAL ILUSTRADA ESPASA. Tomo XXVIII. Segunda parte. Barcelona, 1926. 1776.
[11] MARTINEZ CUESTA. Op. Cit. 102.